lunes, 16 de enero de 2012

Un desorden ordenado.


Un desorden ordenado -Martín Baró
            A decirlo si ambages: lo que nos regala Martín Baró en este escrito es realidad, es una llamada de atención para que nos cuestionemos lo que damos por sentado a diario. La idea de concebir a la sociedad como un sistema supone totalidad, unidad, orden, imparable acción social, equilibrio constante y armonía. En términos prácticos, supondría un espacio para cada uno de sus miembros, justicia, el desarrollo de valores comunes, beneficios colectivos, tolerancia e igualdad. Ciertamente, nada más lejos de la verdad ocurre cotidianamente. La incapacidad de dar espacio a las particularidades, la injusticia, la polarización de los valores tenidos como ciertos y la diferenciación sobre lo que supone la moral así como los tratos preferenciales, la intolerancia y la posibilidad de algunos de obviar las normas establecidas rigen la dinámica social en este siglo XXI.  
            Martín Baró logra presentarnos varios conceptos claves para entender esta dinámica de la sociedad como sistema a base de una revisión tanto de los supuestos del enfoque funcionalista como del conflictivo y de una presentación de lo que supone la construcción social de la realidad.  De entre estos conceptos, llamaron mi atención tres en particular: 1) Conflicto; 2) Rutina  y 3) Marginación. Al fin y al cabo, a diario somos testigos del conflicto, actores de las convenciones rutinarias y, de una u otra forma, somos impactados por la marginación aun cuando no formemos parte de la cultura de la pobreza. En este sentido, estos tres elementos forman parte esencial del juego de intercambio imparable al que la sociedad nos somete en la búsqueda de su perpetuación. Veamos pues que supone cada uno de ellos.
            Al ideal de igualdad y unidad que proclama la teoría funcionalista Baró antepone la realidad del conflicto. Argumenta lo ilógico de entender la unidad como un elemento básico del sistema social si nos basamos en experiencias sociales reales. Si lo que vemos a diario es la diferencia de metas, la injusticia social, la insolencia y la desconsideración, ¿cómo hablar de armonía? Si lo que logra la cultura occidental es poner unidireccionalmente a los unos al servicio de los otros y delimitar los modos de vida, ¿cómo osaríamos en plantear lo armonioso entre los miembros de la sociedad como punto de convergencia su descripción como sistema?
            En palabras de Baró, el orden social es de carácter conflictivo pues es “un orden surgido no tanto de las necesidades de la colectividad, cuanto de los intereses de un sector o clase social que se impone sobre el resto”. He aquí la génesis del conflicto. En este sentido, el orden del desorden social no proviene de un consenso mayoritario sino que a este le subyace una confrontación inacabable de clases sociales lo que convierte a la tan llamada “unidad” del sistema en el estricto reflejo de la clase dominante.
            Me hace recordar este concepto de conflicto lo que planteábamos en clase sobre las eternas dicotomías opresor-oprimido, y aún más, me hace pensar en el desbalance que vemos a diario desde lo económico hasta lo sociocultural. Por ejemplo, ¿cómo explicar que hay quienes acumulan 48 millones de dólares al año cuando mi madre no hace más que trabajar y gana menos de 30 mil dólares al año? O en un plano más macro y refriéndonos al escrito de Baró, ¿cómo  explicar que en el Salvador no menos de un 60% de la población carece de vivienda cuando existen personas que tienen al menos un hogar en cada continente? Ciertamente, en esta sociedad basada en un modelo económico capitalista el conflicto no hace más que agravarse, hecho que urge atenderse.
            La rutina, por su parte, se explica en el escrito de Baró como mecanismo esencial para la perpetuación de la sociedad. Aún cuando parezca increíble la rutina,  definida como la actividad humana que se repite en forma mecánica, se interioriza de tal forma que el individuo la asume como acción básica que lógicamente “debe hacer” pues da cierta coherencia a su diario vivir al punto que se convierte en “parte de la propia existencia”. En cierto sentido gracias a la naturalización de los actos rutinarios los miembros de cualquier sociedad hayan sentido y continuidad a sus esfuerzos, relaciones y acciones. De hecho, explica Baró cómo es que al ser productos del “sentido común” las rutinas que son aceptadas por el sistema social redundan en la reafirmación y hasta reproducción del sistema.
            Este concepto en particular resulta importante en tanto nos hace entender que con el proceso de externalización, objetivación e internalización vamos construyendo nuestras realidades lo que nos permite concluir que esta crisis de conciencia que ha surgido en los recientes años no es más que nuestra propia creación. La vitalidad de la rutina para la sociedad, por tanto, estriba en que gracias a su desarrollo, por ejemplo, desarrollamos explicaciones y mecanismos para dar frente a esa crisis sin siquiera cuestionar el por qué surge esta en primer lugar. Nos levantamos, trabajamos sin parar, recibimos instrucciones, volvemos a casa, cocinamos, vemos televisión y se acabó el día. A fin de mes llegará un cheque que no representará ni la mitad de lo que hemos trabajado pero estaremos felices porque al menos tenemos trabajo en medio de esta crisis. En este sentido, la naturalización de lo creado brinda consistencia a la acción y evita la reflexión sobre lo vivido, hecho propicio para el condicionamiento y la dominación y por tanto, para la perpetuación del conflicto pues siempre existirá el que se beneficie de nuestras rutinas: restaurantes, tiendas, supermercados, entre otros.
            Por último, en cuanto al concepto de marginación Baró lo presenta de forma general como un fenómeno de división frente al orden social establecido. Ya de forma más específica da cuenta de dos teorías principales que lo explican: a) el modelo de la desintegración psicosocial y b) el modelo de la dependencia. Mientras el primer modelo supone que la marginación resulta por la incapacidad del ciudadano de responder al orden social establecido, el segundo modelo parte de la premisa de que la marginación es en sí misma un elemento importante del sistema social en tanto garantiza una población de reserva en momentos en que el equilibrio del sistema social se ve amenazado. De esta forma este segundo modelo contrario al primero atribuiría la marginación a una consecuencia producida por el mismo ordenamiento social.
            Lo interesante en este caso es que según la literatura consultada por Baró constituyen los marginados un “grupo humano no integrado o incorporado al sistema social imperante”. En este sentido, por ejemplo, explica que hay dos mundos: el de los que tienen y el de los que no tienen. Los que no tienen son los que se mantienen en la periferia formando los portones de pobreza alrededor de las grandes ciudades y los que, a su vez, venden al mejor su fuerza de trabajo. Se define la marginación, por tanto, como la deficiencia de recursos necesarios más la carencia de un rol económico articulado. Por último, otro hecho interesante es que se asegura en la lectura que la marginalidad no hará más que agravarse con el incesable desarrollo de la tecnología productiva.
            En síntesis, conflicto, rutina y marginación así como otros temas que nos presenta Baró se convierten en coordenadas conceptuales esenciales para entender la sistematización de la sociedad y en fuentes de varios cuestionamientos: Si sabemos que el modo de producción nos condiciona, ¿por qué no apostar por  un nuevo modelo? Por otro lado, refiriéndonos a la cultura de la pobreza, ¿cómo es que los pobres aún con sus carencias han podido desarrollar la solidaridad y las redes de intercambio recíproco que nosotros por nuestro individualismo somos incapaces de imaginar? En cuanto a la rutina, ¿cómo es que caemos presos de nuestros propios inventos y acuerdos?, ¿Por qué si sabemos que si apostáramos por un cambio nuestra calidad y estilo de vida sería tan diferente no lo hacemos? Por último, en base a la marginación, ¿cómo es posible psicologizar la marginalidad? ¿Cómo si nacemos ya en una particular cultura es posible teorizar que es sólo nuestra culpa la incapacidad de integración? ¿Cómo hablar de estructuración, de organización social cuando, por ejemplo, en Salvador un 60% de la población no es tomada en cuenta? Sin duda, preguntas que urgen más que una contestación, acción. -Yésica I. Nieves Quiñones © 2010



martes, 16 de agosto de 2011

Depression and Exercise in Elderly Men and Women: Findings from the Swedish National Study on Aging and Care.


Depresión, tristeza profunda, desesperanza, desasosiego, melancolía, nostalgia… llamémosle como le llamemos, la depresión, sorprendentemente, sigue abriéndose paso en un mundo abarrotado de conocimiento y avances. Y es que, a la par de la creciente preocupación por lo material, los títulos profesionales y el éxito, entre otras cosas, la preocupación por lo más importante va quedando en un segundo plano, la salud emocional y física del ser humano. Resulta interesante cómo en apoyo a esta premisa, en pleno siglo XXI, se proyecta que para tan cercano como el 2020 la depresión seguirá a los problemas cardiovasculares como la segunda de las principales causas de incapacidad y muerte a nivel mundial[1].
Datos estadísticos, por otro lado, apoyan la idea de que tanto la prevalencia como la incidencia de la depresión aumenta con la edad. De ahí que se especifique que representan los envejecientes el grupo de edad más propenso a enfrentar la depresión. Dejándose llevar por estas tendencias, Magnus Lindwall, Mikael Rennemark, Anders Halling, Johan Berglund & Peter Hassmén, especialistas suecos en psicología, desarrollo y sociología, se dieron a la tarea de estudiar particularmente la posible relación entre los niveles de ejercicio físico y depresión en envejecientes y la posible diferencia de esta relación entre el hombre y la mujer.
En esta investigación titulada Depression and Exercise in Elderly Men and Women: Findings from the Swedish National Study on Aging and Care (2007), se utilizó una muestra representativa de 860 envejecientes de entre 60 y 96 años, residentes de los suburbios de Suecia. Como parte del método, se les pidió a los participantes que completaran un cuestionario sobre sus particulares actividades físicas detallando la frecuencia y niveles de estas. Por niveles, se dieron dos opciones: nivel de actividad leve y  nivel de actividad intenso. Por otro lado, en cuanto a la depresión, esta se midió con la Montgomery Åsberg Depression Rating Scale.
Tal como se esperaba, entre los resultados del estudio se da validez a la innegable relación mente-cuerpo que muchos olvidamos: los envejecientes que reportaron un grado de inactividad física tendieron a tener puntuaciones más altas en rasgos depresivos que aquellos que informaron mantener algún tipo de actividad física ya fuera leve o intensa. De hecho, aún quienes proclamaron que practicaban ejercicio en patrones intermitentes, o sea, que no mantenían un nivel de actividad continuo en tiempo, también obtuvieron puntuaciones más altas de depresión según la escala utilizada.
En cuanto a las diferencias entre los sexos en la relación entre el nivel de actividad física y depresión, no se hallaron resultados significativos. Aún así, resaltó el hecho de que en la mujer un nivel leve de actividad física puede servir como factor importante para evitar la depresión, claro, junto a otros factores. En los hombres, no se halló tendencia representativa como para llegar a conclusiones específicas. Entre otros resultados interesantes, se observó que el ejercicio no tiene efectos positivos universales sobre la salud mental  y se sugirió que características de personalidad y salud mental, no tomadas en cuenta por la naturaleza del estudio, pudieron haber afectado la relación entre actividad física y depresión que quería validarse con mayor soporte.
 En general, me parecen cuestionables los resultados de esta investigación. Aún así, el que especialistas de varias disciplinas se unieran en la tarea de la construcción y análisis de la misma, muestra un alto grado de compromiso y avance. Considero que, de entre la multiplicidad de factores que pudieran estar relacionados a la depresión, el que se prestara atención al nivel de actividad física responde a la exigencia de esa misma mirada interdisciplinaria que ya nos exigen los tiempos en los que vivimos. Ciertamente, el ejercicio no sólo puede ayudar a mantener una capacidad física envidiable y un estilo de vida saludable, sino que puede reducir los niveles de ansiedad, mejorar el estado de ánimo y por tanto, tener efectos positivos en el autoconcepto y funciones cognitivas de la persona. Realidad que este estudio trajo a colación.
Ahora bien, cuando digo que considero cuestionables los resultados de esta investigación es por la particular forma en que estos fueron presentados. Al leerlos, puede dar la impresión de que los investigadores intentaron, a como de lugar, relacionarlos con estudios anteriores que sí habían logrado unos resultados más convincentes en cuanto a la relación entre depresión y nivel de actividad física. Es como si se percibiera cierto afán por alinear los resultados con teorías de base, dando así soporte a investigaciones anteriores relacionadas con el tema.
         Quizás y sólo quizás, el instrumento utilizado para la medición de los rasgos depresivos no fue el más adecuada para la muestra poblacional o el que se valieran algunas preguntas del cuestionario en miradas retrospectivas departe de los participantes en cuanto al nivel de actividad y estados de ánimos experimentados, no fue la mejor idea. Quizás y sólo quizás, al limitar en el cuestionario las contestaciones a dos opciones extremas y así por el estilo, no se le dio la debida importancia a las particularidades y procesos de significación de los participantes, claro, por la naturaleza de la investigación.
En otros temas, más allá de las limitaciones y logros de este estudio, no hago más que pensar sobre qué pasaría si una investigación como esta se llevara a cabo en el Puerto Rico de hoy. ¿Qué tiempo para la actividad física existe? ¿Cuánto se ejercita el envejeciente promedio? ¿Qué importancia puede tener el ejercicio incluso para los más jóvenes? ¿Cuánta es la posibilidad de que una persona prefiera tener tiempo para ejercitarse que ganar dinero extra?
Desde cuestiones de la infraestructura cotidiana, donde muchas veces no hay cabida ni para la buena alimentación, la complejidad de la vida que hemos inventado nos quita tiempo. Atrás quedan las teorías psicológicas, las investigaciones… Es esencial ser productivos aunque productividad y bienestar no estén en la misma página. Se promueve el éxito, aunque este signifique vivir en soledad, y el alcanzar la felicidad que sólo lo material puede ofrecer, dando espacio a rasgos depresivos en quienes asuman como cierta tal filosofía de vida. Claro, todo esto en general.
Investigaciones como estas nos recuerdan la importancia de ver a la persona como parte de un medio ambiente que a veces es difícil de esquivar. Nos recuerdan que empezando desde lo más sencillo, como por ejemplo, el espacio público y la seguridad, hasta lo más complejo, la motivación y los estilos de vida, el ser humano es sinónimo de complejidad y de equilibrio. Nos recuerda que las influencias en los estilos de vida pueden llegar a ser incontables. Nos recuerda que, a fin de cuentas, seamos “viejos” o jóvenes, todo sí es importante… desde el ejercicio hasta la inactividad, desde los minutos perdidos hasta los ganados cuentan. -Yésica I. Nieves Quiñones © 2009





Referencia

Lindwall, M., Rennemark, M., Halling, A., Berglund, J., & Hassmén, P. (2006, enero).
Depression and Exercise in Elderly Men and Women: Findings from the Swedish National Study on Aging and Care. Journal of Aging and Physical Activity, 15(1), 41-55. Recuperado el 25 de septiembre de 2009, de PsycINFO database.





[1] Murray, C.J.L., & Lopez, A.D. (1996). The global burden of disease: A comprehensive assessment of mortality and disability from diseases, injuries, and risk factors in 1990 and projected to 2020. Cambridge, MA: Harvard University Press.

jueves, 16 de junio de 2011

Una cita frustrada, literalmente.

Sucedió entonces que le esperé en la Calle Fortaleza junto a varias decenas de personas y, sin embargo, nunca llegó aunque llegó. Sí, aunque suene paradójico. Y déjenme decirle, yo de política tengo lo que tiene Brad Pitt de pobre. Pero me uní a la algarabía popular, al momento histórico... ya que vivo a varias cuadras de esa calle, dije yo, no pierdo nada con ir. En fin, que como le dije a un amigo, ni tiempo para un hola y adiós me dio el momento. Al parecer su seguridad es más importante que la seguridad de todos. Entonces me puse a pensar... como es la vida! A este se lo permitimos pero si fuera otro el personaje, sería un momento de esos imperdonables. Por ejemplo, si hubiese sido un padre que vive por los newyores y que ha visitado a su familia solo dos veces en más de cinco años... cómo se sentiría la familia? Peor aún, si este mismo padre llegara así a Puerto Rico, saludara a su familia unos 20 o 30 minutos, luego se fuera a visitar a un amigo a una panadería en vez de dedicarle tiempo a sus hijos y para remachar terminara pidiendo dinero en una fiesta.... sería la historia diferente? Y que quede claro, sé que no somos sus hijos, es solo un ejemplo muy puertorriqueño! -YINQ© 16/06/2011

viernes, 25 de febrero de 2011

Envejecimiento y Motivación

Envejecimiento y Motivación:
Un acercamiento a la motivación de ‘trabajo’ del adulto mayor

Vivir es ir disparado hacia algo, es caminar hacia una meta. La meta no es mi caminar, no es mi vida; Es algo a lo que pongo ésta y que por lo mismo está fuera de ella, más allá.
(Ortega y Gasset. La rebelión de las masas).


Con cada minuto del presente, nos hacemos diferentes, tomamos rumbos esperados o inesperados, nos alejamos de lo que algún día fuimos o nos acercamos aún más a alcanzar las expectativas de los primeros tiempos de existencia. La motivación, como fuerza que energiza y dirige la acción, no hace más que acompañarnos en esa constante inconstancia. Y es que el ser humano en su complejidad tiende a actuar con intencionalidad, con astucia, paso a paso reinventándose con tal de alcanzar particulares objetivos: característica que no necesariamente desvanece con el tiempo. Hasta el adulto mayor con sus aciertos y desaciertos, dentro de unas características constantes de personalidad, modifica sus motivaciones, pensamientos y acciones.
Resulta pues interesante cómo es que pasada la juventud, esa que todos veneran, el adulto mayor es capaz de sobreponerse a los cambios inherentes al proceso de envejecimiento. Este hecho abre el camino a varios cuestionamientos. Siendo objetivos, ¿qué fuerza motivacional quedará luego de alcanzar al menos la mediana edad? ¿Podrá el ser humano que ha envejecido ser capaz de sobrellevar las pérdidas propias del tiempo y derivar satisfacción de su cotidianidad? ¿Qué podrá motivarle a entender la vida desde otra perspectiva y a hallar la satisfacción cuando todos los esquemas de lo que supone la vida se ven modificados por la realidad? Sorprendentemente, ejemplos vívidos de ancianos conocidos así como una revisión de literatura nos harían entender que la vejez es sólo una etapa más del ciclo vital y que su éxito está condicionado principalmente a la historia vital propia y a la significación que se haga de ella.
De todo lo antes dicho surge nuestra motivación para desarrollar este acercamiento a la vejez y a los estados motivacionales. Entendemos que, muchas veces, erróneamente se confunde la vejez con incapacidad y déficit ignorando que una gran parte de esta población de la tercera edad de mantiene activa y contribuyendo, ya sea formal o informalmente, a la sociedad. En este caso en particular nos interesa acercarnos al estilo de vida del envejeciente y a la génesis más común de sus motivaciones de actividad. De entre los variados tópicos relacionados al envejecimiento hemos elegido la motivación de trabajo luego de la jubilación. En este sentido, es importante aclarar que entendemos trabajo como actividad, como movimiento de quien envejece fuera del espacio del trabajo remunerado per sé, siendo el voluntariado en el servicio comunitario el tipo de actividad que presentaremos como ejemplo.
Por último, entendemos que el envejecimiento registrado de la población a nivel mundial hace que cada vez sea más importante abordar temas relacionados a las realidades inherentes a los factores múltiples que dirigen este proceso de “hacerse viejo”.  De hecho, según el Bureau del Censo de Estados Unidos (1999) para el año 2025 “habrá más de 800 millones de personas mayores de 65 años, dos terceras partes de ellos en los países en desarrollo”. No hay duda, la población está envejeciendo y con ella, nosotros mismos.  Por tanto, además de importante, se hace urgente prestar atención a temas como al que estamos prestos a emprender. Si bien es cierto que no hay tal cosa como una sola forma de envejecer, también lo es el afirmar que nunca está demás dar un vistazo a las opciones saludables posibles. La prolongación de la expectativa de vida en estos tiempos nos insta a entenderlo así.
Según la literatura académica, existen dos concepciones, dos posibles caminos para alcanzar un envejecimiento exitoso: el retiro o la actividad. Como bien sintetizan Diane E. Papalia, Sally Wendkos & Ruth Duskin (2004), la teoría del retiro establece que “el envejecimiento exitoso se caracteriza por el alejamiento mutuo entre el anciano y la sociedad” (p.727). En esta teoría propuesta por Cumming y Henry (1961), la retirada del anciano del escenario social le brinda un espacio propicio para mirar atrás y reflexionar acerca de lo que ha sido su vida y para que centralice su cotidianidad en estar en paz consigo mismo. En este sentido, el adulto mayor deja a un lado su funcionalidad y trata de ir desprendiéndose de los vínculos intensos. Se da paso así a una reducción gradual en la participación social y una mayor preocupación por el yo.
La teoría de la actividad propuesta por Neugarten, Havighurst & Tobin (1968), por otro lado, sostiene que para envejecer con éxito “una persona debe mantenerse tan activa como le sea posible” (Papalia, Wendkos &  Duskin, 2004:  p. 727). De esta forma, se sobre entiende que al ser los roles del adulto sus principales fuentes de satisfacción, se obtendrá un envejecimiento exitoso en la medida en que encuentre éste sustitutos a los roles perdidos. Se fomenta con esta teoría, de otro lado, que la importancia de la actividad, aunque sea una simple, estriba en su esencialidad para alcanzar el sentido de propósito, pertenencia, contacto social y autodisciplina que antes eran derivados del trabajo remunerado.
En general, la literatura académica acerca del envejecimiento exitoso y productivo, más allá de reseñar ambas concepciones, tiende a reseñar y a coincidir en un sólo hecho: la importancia de involucrarse en una variedad de actividades significativas como factor clave para el éxito y la productividad al envejecer. En este sentido, podríamos decir que la teoría del retiro ha ido “desapareciendo” en buena medida de la literatura empírica y en detrimento de esta, la teoría de la actividad se ha ido solidificando. En el paradigma del envejecimiento exitoso, por ejemplo, se espera que la ‘actividad’ contribuya positivamente tanto a la salud física como al bienestar psicológico. En tanto, “en el paradigma del envejecimiento productivo, las personas mayores contribuyen a la sociedad a través de varios tipos de actividades, entre ellas: voluntariado en el servicio comunitario, asistencia informal (usualmente a sus familias), y participación política” (Caro, Caspi, Burr & Mutchler, 2009). De hecho, en el 2002 la Organización Mundial de la Salud  estableció que “el envejecimiento activo es el proceso de optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de aumentar la calidad de vida mientras las personas envejecen”.
A este punto, convendría preguntarse, ¿qué motiva esta actividad en el envejeciente? Más allá del saber popular y la ya conocida complejidad inherente a nuestra condición humana, ¿qué fuerzas motivacionales subyacen a la motivación de permanecer latentes y eficaces en el tejido social durante la tercera edad? Según la literatura académica, existen al menos tres contestaciones contundentes a estas preguntas. En primer lugar, se tiende a señalar y justificar la imprecisión que supone este tema. De hecho, estudios acerca de la motivación y el envejecimiento (Stephan, Fouquereau & Fernández, 2008; Grano, Lucidi, Zelli & Violani, 2008, entre otros), concuerdan en que poco se conoce de las fuerzas motivacionales que llevan al retirado a adentrarse en actividades luego de la jubilación y a cómo puede esto estar relacionado a los índices de satisfacción de vida. En este sentido, hasta se ha llegado a postular que las fuerzas psicosociales que subyacen a la diferenciación entre las conductas de actividad de personas mayores son menos comprendidas que otras motivaciones. -YINQ© 07/2010

Nota al calce: Esta es sólo la introducción de este trabajo investigativo que propuse y realizé en el 2010 como parte del curso electivo de Psicología de la Motivación que tomé en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

miércoles, 26 de enero de 2011

Historia de América Latina: Encuentros y Desencuentros...


Migración, narcotráfico y poder:

Encuentros y desencuentros en la frontera México-Estados Unidos

A decirlo sin ambages. La historia de la frontera México-Estados Unidos resulta bastante contradictoria. A su vez, más allá de dichas contradicciones, a través del tiempo, como punto de encuentro y desencuentro diario dicha frontera ha dado paso a múltiples dinámicas que van desde el cruce indocumentado, tanto de mexicanos como de ciudadanos de otras nacionalidades, hasta el comercio ilegal de drogas y el tráfico de personas. Tratados, legislaciones, programas de acción locales y bilaterales así como la propia militarización de la frontera se han hecho insuficientes para lidiar con dichas dinámicas que se han sumado a su constante proceso de significación como frontera.

En pleno siglo XXI, migrantes indocumentados mueren en su intento por alcanzar una vida mejor al otro lado de la frontera. En pleno siglo XXI, narcotraficantes utilizan las particularidades geográficas de la zona para suplir drogas a un país que tiende al consumo desmedido de estos estupefacientes. En pleno siglo XXI, aún con la Organización de las Naciones Unidas ambicionando un trato igualitario entre sus miembros, se violan a diario derechos que aun un sentido reducido de lógica es capaz de reconocer.

No es sorpresa, por tanto, que el caso que enfrenta a México y Estados Unidos resulte interesante como muestra de lo que a través de los años puede llegar a provocar el desequilibrio de poder sumado a una ideología de superioridad fortalecida, en este caso la del buen vecino Estados Unidos. En esta ocasión, por ende, me propongo abordar la problemática que presenta la frontera México-Estados Unidos tanto por el apropiado cuestionamiento a su naturaleza como a las crudas consecuencias que le han sido inherentes a esta.

Ciertamente, entiendo que más allá de lo que nos puede decir la historia y la ley, los encuentros y desencuentros que se experimentan día a día en ambos lados de la frontera responden más a una cuestión de poder que de seguridad. En este sentido, el límite entre estos dos mundos, que ha traído consigo un desarrollo patológico de las ciudades fronterizas, más que una simple línea divisoria, representa el punto donde convergen intereses económicos y políticos, y por tanto, de poder. La migración y el narcotráfico son indicadores de esta realidad.

Como eje conductor de este limitado análisis, dos han de ser las coordenadas temáticas: encuentro y desencuentro. Encuentro, por la interdependencia que se hace perceptible entre ambos lados de la frontera. Encuentro, por la naturalidad con la que se ha dotado a tal cotidianidad. Encuentro, por la ambición de poder que subyace al plan interagencial y transnacional de la “guerra contra las drogas” y el conjunto de leyes migratorias como la Ley del Muro Seguro del 2006 y la Iniciativa de la Frontera Segura del mismo año. Encuentro, por la ambición de poder de individuos que se olvidan del bienestar del colectivo.

Desencuentro, por las contradicciones históricas que nos hacen recordar que en principio eran los mexicanos los dueños originales de parte de las tierras que hoy protegen con uñas y dientes los estadounidenses. Desencuentro, porque han sido los mexicanos quienes desde el Tratado Transcontinental (Adams-Odis) han visto como se reducen sus posibilidades tanto geográficas como políticas. Desencuentro, por la desigualdad de las relaciones de poder, por no decir intromisiones de Estados Unidos, en el quehacer económico y político de México, entre otras cosas. -YINQ© 2010

Nota al calce: Esta es sólo la introducción de este trabajo investigativo que propuse y realizé en el 2010 como parte del curso electivo de Historia de América Latina Contemporánea que tomé en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

YINQ DERECHOS RESERVADOS 2010

miércoles, 12 de enero de 2011

La Academia, Freud & Yo.

Me dieron un nombre y me alienaron de mí, decía la poetisa Clarice Lispector. Frase bastante sugerente que da cuenta de la complejidad que supone nuestra constitución como seres humanos: desde el vientre de nuestra madre nos convertimos en producto de una cultura, de un espacio/tiempo particular. En este sentido, venimos atados desde nuestro nacimiento a entendidos, expectativas, restricciones y reglas socialmente establecidas. Ante este panorama, cabe preguntarse, si nacemos en una cultura tan restrictiva como la nuestra y luego perpetuamos estas restricciones a nuestros instintos en pos de una vida en sociedad, ¿cuán dichosos podremos llegar a ser? Sigmund Freud nos contesta: es difícil llegar a sentirse completamente dichoso ante ella.

Hablemos pues de realidades. Nos llamamos libres, osamos en llamarnos libres y obviamos nuestra complicada verdad: vivimos atados a nuestros amigos, a nuestros trabajos, a nuestros cuerpos, a la naturaleza... pero para vivir en sociedad regulamos esas relaciones, esas dependencias. Las categorizamos, las justificamos, las limitamos para, finalmente, adaptarnos a nuestras propias limitaciones… Ciertamente, se hace plausible que nuestras dependencias, nuestras necesidades no tienen límites y lo que es aún más alarmante, de acuerdo con una de las tesis centrales de Freud, la constitución de una sociedad civilizada realmente depende del conjunto de represiones de cada uno de nosotros… -YINQ© 2010

...TE HACE SENTIDO? QUE PIENSAS TU?

Nota Al Calce: Este introducción corresponde a un proyecto realizado para la unidad I de la clase coop 3006 la cuál estaba relacionada a la condición psicosocial del ser humano.

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