viernes, 25 de febrero de 2011

Envejecimiento y Motivación

Envejecimiento y Motivación:
Un acercamiento a la motivación de ‘trabajo’ del adulto mayor

Vivir es ir disparado hacia algo, es caminar hacia una meta. La meta no es mi caminar, no es mi vida; Es algo a lo que pongo ésta y que por lo mismo está fuera de ella, más allá.
(Ortega y Gasset. La rebelión de las masas).


Con cada minuto del presente, nos hacemos diferentes, tomamos rumbos esperados o inesperados, nos alejamos de lo que algún día fuimos o nos acercamos aún más a alcanzar las expectativas de los primeros tiempos de existencia. La motivación, como fuerza que energiza y dirige la acción, no hace más que acompañarnos en esa constante inconstancia. Y es que el ser humano en su complejidad tiende a actuar con intencionalidad, con astucia, paso a paso reinventándose con tal de alcanzar particulares objetivos: característica que no necesariamente desvanece con el tiempo. Hasta el adulto mayor con sus aciertos y desaciertos, dentro de unas características constantes de personalidad, modifica sus motivaciones, pensamientos y acciones.
Resulta pues interesante cómo es que pasada la juventud, esa que todos veneran, el adulto mayor es capaz de sobreponerse a los cambios inherentes al proceso de envejecimiento. Este hecho abre el camino a varios cuestionamientos. Siendo objetivos, ¿qué fuerza motivacional quedará luego de alcanzar al menos la mediana edad? ¿Podrá el ser humano que ha envejecido ser capaz de sobrellevar las pérdidas propias del tiempo y derivar satisfacción de su cotidianidad? ¿Qué podrá motivarle a entender la vida desde otra perspectiva y a hallar la satisfacción cuando todos los esquemas de lo que supone la vida se ven modificados por la realidad? Sorprendentemente, ejemplos vívidos de ancianos conocidos así como una revisión de literatura nos harían entender que la vejez es sólo una etapa más del ciclo vital y que su éxito está condicionado principalmente a la historia vital propia y a la significación que se haga de ella.
De todo lo antes dicho surge nuestra motivación para desarrollar este acercamiento a la vejez y a los estados motivacionales. Entendemos que, muchas veces, erróneamente se confunde la vejez con incapacidad y déficit ignorando que una gran parte de esta población de la tercera edad de mantiene activa y contribuyendo, ya sea formal o informalmente, a la sociedad. En este caso en particular nos interesa acercarnos al estilo de vida del envejeciente y a la génesis más común de sus motivaciones de actividad. De entre los variados tópicos relacionados al envejecimiento hemos elegido la motivación de trabajo luego de la jubilación. En este sentido, es importante aclarar que entendemos trabajo como actividad, como movimiento de quien envejece fuera del espacio del trabajo remunerado per sé, siendo el voluntariado en el servicio comunitario el tipo de actividad que presentaremos como ejemplo.
Por último, entendemos que el envejecimiento registrado de la población a nivel mundial hace que cada vez sea más importante abordar temas relacionados a las realidades inherentes a los factores múltiples que dirigen este proceso de “hacerse viejo”.  De hecho, según el Bureau del Censo de Estados Unidos (1999) para el año 2025 “habrá más de 800 millones de personas mayores de 65 años, dos terceras partes de ellos en los países en desarrollo”. No hay duda, la población está envejeciendo y con ella, nosotros mismos.  Por tanto, además de importante, se hace urgente prestar atención a temas como al que estamos prestos a emprender. Si bien es cierto que no hay tal cosa como una sola forma de envejecer, también lo es el afirmar que nunca está demás dar un vistazo a las opciones saludables posibles. La prolongación de la expectativa de vida en estos tiempos nos insta a entenderlo así.
Según la literatura académica, existen dos concepciones, dos posibles caminos para alcanzar un envejecimiento exitoso: el retiro o la actividad. Como bien sintetizan Diane E. Papalia, Sally Wendkos & Ruth Duskin (2004), la teoría del retiro establece que “el envejecimiento exitoso se caracteriza por el alejamiento mutuo entre el anciano y la sociedad” (p.727). En esta teoría propuesta por Cumming y Henry (1961), la retirada del anciano del escenario social le brinda un espacio propicio para mirar atrás y reflexionar acerca de lo que ha sido su vida y para que centralice su cotidianidad en estar en paz consigo mismo. En este sentido, el adulto mayor deja a un lado su funcionalidad y trata de ir desprendiéndose de los vínculos intensos. Se da paso así a una reducción gradual en la participación social y una mayor preocupación por el yo.
La teoría de la actividad propuesta por Neugarten, Havighurst & Tobin (1968), por otro lado, sostiene que para envejecer con éxito “una persona debe mantenerse tan activa como le sea posible” (Papalia, Wendkos &  Duskin, 2004:  p. 727). De esta forma, se sobre entiende que al ser los roles del adulto sus principales fuentes de satisfacción, se obtendrá un envejecimiento exitoso en la medida en que encuentre éste sustitutos a los roles perdidos. Se fomenta con esta teoría, de otro lado, que la importancia de la actividad, aunque sea una simple, estriba en su esencialidad para alcanzar el sentido de propósito, pertenencia, contacto social y autodisciplina que antes eran derivados del trabajo remunerado.
En general, la literatura académica acerca del envejecimiento exitoso y productivo, más allá de reseñar ambas concepciones, tiende a reseñar y a coincidir en un sólo hecho: la importancia de involucrarse en una variedad de actividades significativas como factor clave para el éxito y la productividad al envejecer. En este sentido, podríamos decir que la teoría del retiro ha ido “desapareciendo” en buena medida de la literatura empírica y en detrimento de esta, la teoría de la actividad se ha ido solidificando. En el paradigma del envejecimiento exitoso, por ejemplo, se espera que la ‘actividad’ contribuya positivamente tanto a la salud física como al bienestar psicológico. En tanto, “en el paradigma del envejecimiento productivo, las personas mayores contribuyen a la sociedad a través de varios tipos de actividades, entre ellas: voluntariado en el servicio comunitario, asistencia informal (usualmente a sus familias), y participación política” (Caro, Caspi, Burr & Mutchler, 2009). De hecho, en el 2002 la Organización Mundial de la Salud  estableció que “el envejecimiento activo es el proceso de optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de aumentar la calidad de vida mientras las personas envejecen”.
A este punto, convendría preguntarse, ¿qué motiva esta actividad en el envejeciente? Más allá del saber popular y la ya conocida complejidad inherente a nuestra condición humana, ¿qué fuerzas motivacionales subyacen a la motivación de permanecer latentes y eficaces en el tejido social durante la tercera edad? Según la literatura académica, existen al menos tres contestaciones contundentes a estas preguntas. En primer lugar, se tiende a señalar y justificar la imprecisión que supone este tema. De hecho, estudios acerca de la motivación y el envejecimiento (Stephan, Fouquereau & Fernández, 2008; Grano, Lucidi, Zelli & Violani, 2008, entre otros), concuerdan en que poco se conoce de las fuerzas motivacionales que llevan al retirado a adentrarse en actividades luego de la jubilación y a cómo puede esto estar relacionado a los índices de satisfacción de vida. En este sentido, hasta se ha llegado a postular que las fuerzas psicosociales que subyacen a la diferenciación entre las conductas de actividad de personas mayores son menos comprendidas que otras motivaciones. -YINQ© 07/2010

Nota al calce: Esta es sólo la introducción de este trabajo investigativo que propuse y realizé en el 2010 como parte del curso electivo de Psicología de la Motivación que tomé en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.